En esta sala recordamos a los balseros, verdaderos navegantes del río San Pedro. Ellos fueron quienes, con su esfuerzo y destreza, llevaron durante décadas la madera desde Riñihue hasta Los Lagos.
Sus balsas eran enormes, hechas de troncos amarrados con lianas o cadenas, y las conducían con largas pértigas, usando la corriente a su favor. No era un trabajo fácil: el río podía ser traicionero, con corrientes rápidas y remolinos, y cada viaje significaba un riesgo.
Pero los balseros eran reconocidos por su valentía y su conocimiento del río. Eran también parte del paisaje cotidiano: se les veía cantar, compartir mate o incluso improvisar versos mientras esperaban la corriente justa.
Gracias a ellos, la madera que venía desde los bosques del interior pudo llegar al tren y de ahí al mundo. Hoy, su oficio es memoria, pero su espíritu sigue vivo en la identidad de esta tierra ribereña.